Estreno de Cielo Abierto en Andalgalá

ANDALGALA (Catamarca), 12 de enero de 2008. La proyección se había programado el 12 de enero en el cine Ideal a las 22 horas. Los organizadores, habían elevado una nota a la municipalidad solicitando la sala y el pedido había sido aceptado. Con ese aval, los vecinos autoconvocados hicieron las invitaciones y realizaron la publicidad del evento. Pero pocas horas antes, mediante un mensaje de texto al celular de uno de los organizadores de la función, se comunicaba la suspensión. El mensaje decía textualmente: “DIREC. CULT. ANDALGALA COMUNICA SINIESTRO TECHO SALA CINE X TORMENTA IMPOSIB. REALIZAR FUNCION”.
La tormenta existió, pero el supuesto “siniestro” en la sala no pudo ser comprobado. Es que sonaba más a “una excusa del gobierno municipal” para impedir la proyección que un peligro real, según los vecinos andalgalenses. Afortunadamente, los organizadores actuaron rápido y reprogramaron la función en el Club Social, frente a la plaza principal.


La previa

Para acompañar el estreno, llegaron desde La Rioja, algunos de los “protagonistas” del documental, pobladores de Chilecito que recorrieron los casi 240 kilómetros para compartir su lucha con sus pares de Andalgalá. A poco de llegar, los chileciteños rompieron la calma habitual, rodeando la plaza con los ya clásicos paraguas invitando a la proyección. Todo estaba listo, para un estreno accidentado, esperado y querido. Organizado con la pasión y la calidez de quienes se oponen a un destino que en Andalgalá parece más negro que nunca.

Bengalas y cebollas
La proyección siguió accidentada, ya que tuvo que competir con una fiesta de Bautismo, que se realizaba en el patio contiguo. En medio de la proyección llegó el bebé homenajeado, en brazos de sus padres y en la puerta que comunicaba con el patio se encendieron bengalas a modo de bienvenida, todo se iluminó y la sala se llenó de humo. Como si estuviéramos en una película de Kusturica, en la cocina se preparaban carnes y cebollas y todos esos aromas, sumados a ruidos de cuchillas y platos, impregnaban el salón donde las casi 70 personas miraban la película (incluidos varios invitados de la fiesta). Hay que destacar el respeto mutuo entre los que asistieron a la proyección y los asistentes a la fiesta.

El milagro
Con los créditos finales llegaron los aplausos y el milagro. A pesar de todos los inconvenientes, la gente había seguido el documental como si nada hubiera pasado. La emoción de sus caras no hubiera variado si la proyección se hubiera realizado en la sala principal del Village Recoleta, en Buenos Aires (según dicen, una de las mejores salas del país) En Andalgalá, nadie se movió de sus asientos. Con sincera emoción expresaron sus impresiones sobre la película, sobre lo que habían logrado los pobladores de Chilecito y Famatina y sobre la terrible realidad de la minería en Catamarca y el país. Fue sin dudas, una gran inyección de ánimo para quienes pelean en soledad, minoritariamente, por el futuro de todos. Después de eso, no pareció tan negro el destino de los andalgalenses.

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